Ya está en las librerías el último libro de Jesús Zomeño (Alcaraz,  1964), “De este pan y de esta guerra (1916)”. El libro está compuesto de 18  relatos breves que dan muestra de la maestría de nuestro colaborador habitual en  el manejo de ese género, cuyos grandes maestros fueron Chéjov y Cortázar, de  los que Zomeño, sin duda, es uno de sus más brillantes discípulos.
Varios nexos unen los relatos. De un lado, como indica el  título, todos transcurren en 1916. De otro, la I Guerra Mundial, como leit motiv.  Por último, en cada uno de ellos, la yuxtaposición de dos circunstancias  antitéticas: la crudeza, el horror y la alienación de la situación de cada uno  de los personajes en la batalla, las trincheras, los permisos, la retaguardia y  los refugios sicológicos de los soldados para intentar mantener su equilibrio  mental o dar muestra fehaciente de la falta de este.
              No es la primera vez que Zomeño crea un libro de estas  características y mérito. “De este pan y de esta guerra (1916)” es la  culminación –por el momento– de una trilogía que comenzó con “Cerillas mojadas”  (Premio Alhóndiga de narrativa breve-XX Premios Otoño Villa de Chiva) y tuvo  continuidad con “Piedras negras” (Editorial Lengua de Trapo). Los lectores de  Agitadoras tuvimos el privilegio de poder leer alguno de los relatos incluidos  en cada uno de ellos antes de que pasaran por el definitivo barniz del autor, previo  a su publicación en papel. Dense una vuelta por la Hemeroteca de la revista y  podrán hacerse una idea de la calidad y hermosura de los mismos, así como de  las ilustraciones que Miracoloso dibujó para los relatos, alguno de los cuales  aparece (en blanco y negro) en el libro. El tapiz sobre el que Zomeño crea su  microcosmos humanitario es el de la I Guerra Mundial en toda su amplitud  geográfica y humana.  Si uno creyera en  la reencarnación de las almas, no me cabría duda de que el escritor albaceteño  tuvo que ser uno de aquellos incipientes psicoanalistas seguidores de Freud  que, a bordo de un camión de la Cruz Roja Internacional, fue recorriendo los  distintos frentes intentando salvar de la locura a los traumatizados soldados sin  distinción de nacionalidades. Y es que esa circunstancia explicaría el aroma a  realidad que emana cada uno de los relatos de “De este pan y de esta guerra  (1916)” y la pátina de leve causticidad que subyace en muchos. Por el libro discurren  franceses, alemanes, belgas, ingleses, rusos y demás nacionalidades que  intervinieron o vivieron de cerca el primer conflicto en el que la  industrialización irrumpió en la guerra y los soldados dejaron de ser personas,  para convertirse en meras estadísticas de un juego macabro y desquiciado.
              Cualquiera de los relatos merece la pena. Cada uno puede  leerse por separado y en todos encontraremos motivos de sobra para regocijarnos  por haberlo leído. Pero también hallaremos razones para la reflexión sobre el  hombre, sus circunstancias y su alma cuando la muerte es su compañera de  trinchera. Los protagonistas nos pincelan su situación en la batalla, su presente  alienado, pero al mismo tiempo, en pocas páginas, nos descubren quiénes eran y  cuáles eran sus circunstancias y personalidades antes de haber perdido su alma;  las piezas justas y necesarias para hacer un retrato agudo de sus anhelos, sus  deseos y también de sus maldades, y la nostalgia de un mundo que parece haber  desaparecido para siempre bajo la lluvia, el barro, las balas, el gas mostaza y  las bombas. La prosa de Zomeño es precisa como un bisturí, su ambientación la  de un documentalista y la psicología de sus personajes la de un siquiatra. Y en  medio de cada una de las piezas de orfebrería prosística nos topamos con agudas  y originales observaciones que, en sí mismas, podrían formar parte de un libro  de aforismos. Como botón de muestra, aquí os dejo alguna de ellas:
      «… me di cuenta enseguida de la simpleza de la chica, porque  frotaba más fuerte las losas negras que las losas blancas. » (Naranjas)
      «-Odio a mi mujer -contaba el señor Bloom- pero no puedo  decírselo porque no soy feliz con ella y me fastidia hacerle esa confidencia de  mis sentimientos a persona tan ajena...» (El urinario)
      «Solo duermen de noche los que nada esperan del día.»  (Camisa blanca)
      «No es complicado imaginar lo que sueña otra persona, porque  todos los sueños son el mismo, todos tratan de un hombre que camina hacia un  precipicio y que entonces, ante el abismo, da otro paso. Lo que ocurre a  continuación es lo que distingue los sueños felices de los otros.» (Niebla en  el transiberiano)
      «Lo resucitamos cuantas veces sea necesario porque tenemos  tiempo y aún no se han agotado todas las posibilidades que de él podemos  imaginar.» (Niebla en el transiberiano)
      «El marido, porteador en el mercado de San Miguel, se  defiende pensando en otra cosa.» (El ángel caído)
      «Solo el adolescente aspira a la inmortalidad, incluso con  su muerte.» (Mirando al cielo)
              No me cabe duda que “De este pan y de esta guerra (1916)” es  un libro del que todo lector disfrutará y sacará provecho. Uno de los  imprescindibles para este 2016.
      Aquí tenéis uno de los relatos incluidos en el libro para que os hagáis una cabal  idea de su alta calidad e interés.