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ISSN 1989-4163

NUMERO 56 - OCTUBRE 2014

Sí, Votemos

Joaquín Lloréns

Desde siempre, nuestra oligarquía pepe-psoera ha tenido una evidente alergia a los referéndums, que se agudizo hasta rozar el pánico cuando se llevó a cabo el de la OTAN en 1.986. A pesar de que tanto PSOE como PP estaban totalmente de acuerdo y pedían el voto favorable a la integración en la Alianza Atlántica, la demagogia de los años previos hizo que el SÍ ganara con un pírrico 52,5%. Ambos partidos vieron que eso de dar la palabra al pueblo para decidir sobre temas concretos era un riesgo que rompía su maniqueista status quo y comportaba unos riesgos que no convenía correr. Por todo ello, nunca han vuelto a poner sobre la mesa el peligroso asunto de los referéndums y hasta el cambio que se realizó de la Constitución en 2.011, se hizo a espaldas de los votantes en el Congreso. Lamentable.

El resto de referéndums que se han llevado a cabo en nuestro entorno occidental, con la excepción de los Suizos que, como siempre, van por libre, desde entonces no han hecho sino agudizar el terror a dar la palabra al pueblo. El asunto de Escocia es un caso más, que ha hecho temblar a la UE.

Y ahora los independentistas catalanes en el gobierno de la autonomía –con el País Vasco agazapado a la espera- quieren votar su independencia en un referéndum. Al argumento de que hay que dar la palabra al pueblo, que los políticos sólo usan cuando creen que de ello van a sacar algún provecho, no hay nada que objetar. Hay que quitarse de encima ese terror a que los ciudadanos podamos decidir lo que nos interesa, a pesar de nosotros mismos. Lo que ocurre es que, en efecto, unos pocos no pueden decidir por todos. En caso contrario, me autoconstituyo en mesa votante y voto en un referéndum inmediato que exijo que el Estado español y la Autonomía catalana me paguen indefinidamente a medias un sueldo de 30.000€ al mes y que me eximan del cumplimiento de las leyes para que mi libertad no sea coartada por ningún imperativo legal, en un ejemplo paradigmático de solipsismo moral.

Es decir, estoy con el derecho a celebrar un referéndum, aunque tendría que ser a nivel nacional, ya que, salvo que cambiemos la Constitución, no se puede legalmente autorizar a que unos pocos españoles decidan por los demás. Caso contrario, me remito al final del párrafo anterior. ¿Por qué no votar por la posible independencia de Cataluña? Yo creo que deberíamos hacerlo. Que el pueblo decida su futuro.

Eso sí, opino que, si se celebra un referéndum nacional, el mismo no debería tener una única pregunta impuesta por una de las partes. Creo que lo justo es que se hicieran cuatro preguntas que permitan que el pueblo no se limite a confirmar o negar una única opción respecto a un problema. Lo auténticamente democrático es que el pueblo pueda dar su opinión. Y mi propuesta de preguntas para esa hipotética votación son las cuatro siguientes:

1•  ¿Desea que Cataluña sea un país independiente?

2•  ¿Desea que Cataluña siga con su Autonomía presente?

3•  ¿Desea que Cataluña vea suspendida su Autonomía por un plazo de 16 años?

4•  ¿Desea que el Gobierno haga uso de todos los medios a su alcance, incluso los militares, para que se ejecute a cabo de inmediato el resultado de este referéndum?

Esta es mi propuesta, que creo más democrática que la de sólo ofrecer una opción y que sólo una parte del pueblo pueda votar por todos los demás, estableciendo de un modo antidemocrático, qué ciudadanos tienen más derechos que los demás.

¡Y que salga lo que la voluntad del pueblo prefiera!

 

 

 

 

Éticamente cuestionable

 

 

 

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