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ISSN 1989-4163

NUMERO 56 - OCTUBRE 2014

Una Casa en el Árbol

Edgard Cardoza

I

 

En la semilla

el árbol contenido

(tuerce el eco en su ademán ocioso)

tira sus hojas anfibias

de castor

de limo a punto de raíz

tira su tira encascarada en plata

pura de sensaciones

(ávida soledad habida siempre)

tira su tirol recién lavado

en la fuente de la perpetua arruga

tira su calendario

de hojas mustias

para erigir en el previo trance del caer

su fuga eterna:

el cuerpo tantas veces repetido

hoja / ojo

que vuelve a la semilla

y en cada oscilación

es reiteradamente más arbóreo

 

Ah los guiños

que en la fronda

al dar voz

dispendia el aire

en la brisa del aire de familia

Eres sólo el espejo de ti mismo

en un marco distinto

-el tiempo el tiempo-

un hábito

una forma de mirar

que se contempla rostro

viendo alma en cada gesto

(en el pálpito ata la raíz)

oyendo por la rama

o yendo por la rama

hasta el nudo exacto

donde se vuelve cédula el instinto

 

Tuviéramos

Fuéramos sueño qué locura

Antes todo era tan recuerdo

que la vida iba lenta tan ansiosa

empapada de tizne amarillento

ademando costumbres en desuso

 

Ah qué tiempos infanciables hermanos

en esos huertos resonantes

Nosotros los que éramos

(frota las huellas

en la espesura de todo tiempo ido)

hoy somos angelables troncos del deber

vagos en nuestro vuelo de hoja seca

atando fechas al tocón caído

Si no somos

es porque lo que éramos

ha fluido hacia el margen de la sombra

constreñido en un croquis pantanoso

¿No hay forma de mecerse en tales ramas?

 

Lo que somos es el fruto de hoy

recién llegado siempre

novísimo en su traje de luz fresca

genealizando líneas

con quién sabe que pútrido futuro

en la hermandad de sepa Dios qué engendros

pero atentos al vértigo del día

que acabó de morir hace un instante

(la fronda eres tú mismo

descubriendo los ecos del desván

los espejos floridos)

El límite del yo

entra desnudo al templo de mañana

con el ayer quemándole las plantas

-La cosecha:

Semillas de fuego y desnudez

Inapagables-

 

El “yo” es un nosotros

Un haz desde su hilo más intenso

El bosque contenido

en la semilla.

 

 

II

 

Al despertar mi vida

sólo hubo simulacros

Todos pasaban

grises

ubicando las ramas

de mi árbol genealógico

 

Mi rostro

Coincidieron

era unánime cardo

del vínculo paterno

(rebeldes pitahayas

de novedosa luz

desmentían mis ojos)

 

Mis brazos procedían

de una fecunda encina

pariente de mi madre

 

El torso congeniaba

con la ceibal prosapia

de toda la familia

 

Ah

pero ante la isla

que ondeaba entre mis piernas

con dos regios peñones

y un alargado muelle

sólo opinó el silencio

desde su muda fronda.

 

 

III

 

Debí haber sido pájaro

 

En los sesgos del aire imagino mis alas

arrancadas de tajo

por algún Dios sediento

de oquedades

 

El hombre es un reptil que mi cuerpo no concibe

puesto a vivir soñando con el vuelo

desde su imantada raíz de árbol sin fronda

 

Construyo nidos

para llamar los ecos del ramaje

que al mecerse son la casa del viento

que al fluir es el velamen de la pajarería

 

Hay una voz en mí que a veces reconozco como canto

Y cierto paso anómalo que flota en la calzada

y tiene más de pájaro que de hombre

 

Atento a las señales

del viento del árbol o del ave

espero en mi cubículo de piedra

el venturoso instante

en que las alas regresen a mi cuerpo

 

¿O estarán en mí

ya desde siempre?

 

¿El alma será el nido?

 

 

 

 

 

Una casa en el árbol

 

 

 

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