Ojos de Fuego
    Vicente Muñoz 
     
    Si  os gustan las historias de brujería y espíritus elementales en la Norteamérica  de los colonos y los pioneros, los relatos panteístas de Algernon Blackwood (El Wendigo, por  ejemplo), el ambiente y atmósfera de Las  brujas de Salem y las leyendas y mitos de los indios  pieles rojas, no debéis dejar de ver esta película, Ojos de fuego (Eyes of fire, 1983 - no  confundir con la adaptación de la novela
de  Stephen King del mismo título, de 1984), de Avery Crounse, una rara avis del  cine fantástico y, sin duda, un festín para los amantes del género.
    Simbolista  y oscura, desconcertante, psicodélica y atemporal, la película de Crounse tiene  algo especial que la diferencia de cualquier otro film semejante (La bruja, de  Robert Eggers, sin ir más lejos), un aura de fuerza primigenia y ancestral, una  atmósfera desasosegante y vesánica, como de ensueño de opio o viaje iniciático,  que pone, en ocasiones, los pelos de punta.
    Aunque  ni mucho menos es tampoco un gran film, cojea aquí y allá, el argumento tiene imperdonables  lagunas, el desenlace es apresurado y caótico, y uno tiene la sensación de que,  con más presupuesto y coherencia, hubiera podido dar más de sí.
    Es  lo que es y tal cual hay que disfrutarla, con sus errores y aciertos, altos y  bajos, una película sombría y atípica, sugerente y extraña, de ahí su peculiar  magnetismo.