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ISSN 1989-4163

NUMERO 73 - MAYO 2016

Haruki Murakami y los Universos de Vídrio

Ángela Mallén

 

     

Voy a intentar hablar acerca de una forma de escribir.  Me refiero a una forma diáfana de pensamiento sintético imaginativo y espacioso como un edificio de cristal muy iluminado en el que se desarrolla una tragedia misteriosa. Porque ya se sabe que la escritura es pensamiento. Y el pensamiento es una incursión lineal en la oscuridad de lo abstracto. Pero si alguien toma la delantera y te conduce como en una expedición por una metrópolis de arquitecturas diáfanas; y si ese alguien te explica, como en una visita guiada, los referentes emblemáticos; y si su discurso es descriptivo, efectivo y sugerente; entonces todos seguimos a ese alguien como el turista al cicerone o como las ratas al flautista de Hamelin. Este es el modo en el que actúa el japonés Haruki Murakami. Y así son los libros que escribe. Nadie como él te hace comprender que la imaginación no tiene limitaciones, aunque sí fórmulas lógicas. O lógicas que resultan de una fórmula. Por ejemplo, la línea maestra de sus novelas la marca una fantasía que recibe adherencias de la realidad cultural, emparejamientos de lo abstracto y lo concreto de manera que no resulten disyuntivos, o frases que son un compendio filosófico y poético ligero como el haikú.

La lectura de las novelas de Murakami (cito como ejemplo “Kafka a la orilla” o “El año de peregrinación del chico sin color”) te hace sentir una extraña y sosegada energía psíquica que emana del aparato sensorial. Más que visualizar, experimentas; y más que comprender propuestas, se desencadena tu propio pensamiento en secuencias cada vez más sutiles, más abiertas y pluridimensionales. En algún momento de la lectura, ya no es posible romper la simbiosis, el encabalgamiento intelectivo entre lo escrito y lo interiorizado. La pregunta cómo acaba la novela es sustituida por el deseo de que nunca acabe. Hasta que llega el momento en que una silueta querida se desdibuja ante tus ojos tristemente (o, intertextualizando una frase de Murakami en Kafka a la orilla: la fórmula mental “se disipa de tu lado como una silenciosa columna de humo”).

Y cuando se cierra el libro caes desde un universo de vidrio a otro de barro.

 



 

 

Haruki

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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