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ISSN 1989-4163

NUMERO 43 - MAYO 2013

Tribulaciones de un Miriñaque (II)

Leticia García

Tribulación número 2: ¿Sufre Hedi Slimane algún trauma relacionado con el paso del tiempo?

 

¿Dónde estaba usted hace doce años? Aunque no recuerde con mucha nitidez el lugar o las circunstancias, sabrá con certeza que ni su ropa, ni su pelo, ni quizás su maquillaje tenían mucho que ver con los que lleva en la actualidad.

Pues Slimane es el único que no tiene esa certeza.

Porque esto es de ayer, os lo juro

 

Doce años no suponen gran cosa en algunos ámbitos. Doce años es historia muy reciente. Para alguien de cincuenta y cinco años los últimos doce años quizá no hayan sido tan determinantes. Para la moda doce años son casi un siglo. No hace ni dos del "despido improcedente" de Galliano, ni tres desde que McQueen nos dejó, pero en la mente de la mayoría es como si hubiera pasado casi una década de aquello.

Pues para Slimane no, para Slimane, fiel seguidor de la teoría de la relatividad, el tiempo es elástico.

Señorita vestida de Cobain. No puedo asimilar tanta innovación



Dejó Yves Saint Laurent hace doce años apuntando con su última colección las que serían sus señas de identidad en la "revolución Dior Homme". Volvió a la firma (ahora sin nombre propio) el año pasado y, a juzgar por la colección que presentó ayer, ha decidido retomarlo donde lo dejó. Como si no hubiera pasado el tiempo, como si la moda fuese la misma, como si no supiera hacer otra cosa.

El problema es que en su día sus propuestas eran novedosas. Hoy ni siquiera lo son para los que se enteran de las tendencias del Zara cuando ya no están ni en el outlet. Si hubiera alcanzado la cima de su carrera hace veinte o treinta años, ahora podríamos decir que sus colecciones son una revisitación o un revival, pero su fama no le viene de tan lejos. La moda es retorcida: doce años son muchos años, pero no tantos como para considerar superado lo que sucedía entonces, y sólo lo completamente superado y olvidado puede ser carne de revival. Slimane no ha hecho un revival, simplemente ha hecho lo único que sabe hacer: homenajearse a sí mismo.

 

Soy ese escaparate de H&M en 2009 que ha cobrado vida, ¿qué tal?



Es curioso, porque él fue el culpable de que los escaparates de H&M se llenaran de pantalones pitillo, botines y blazers ajustadas. Y ahora sus esperadas colecciones parecen sacadas del escaparate del H&M. Siempre se le ha considerado, más que un buen diseñador, un magnífico estilista. Y ahora cualquiera diría que sus combinaciones están sacadas de cuatro iconos del fotolog. El nuevo "indie" de los primeros dosmiles ha quedado relegado a los festivales de cuarta, a saber dónde anda Pete Doherty, el efebo moderno de tobillos finos ahora es un señor con barba y barriguita, pero Slimane vivía en un búnker escuchando a RazorLight, ayunando y coleccionando pulseras del Festival de Benicássim.

Y me da pena, porque tenía esperanzas. Como buena groupie, me gustan sus referentes musicales y sus campañas. Defiendo el rebranding de Saint Laurent, pensaba que iba a recuperar al Yves más callejero y rebelde, pero ahora creo que las siglas S.L. no responden a la firma francesa sino a su propio nombre: SLimane París afincado en Los Ángeles, SLimane SL.

 

Y me perturba que en su debut en el diseño femenino no haya podido ver más allá de Kate Moss y en su esperada vuelta al masculino no haya sabido siquiera captar con coherencia una tendencia tan manida como el grunge. Que trabajando para una de las casas de moda más importantes del mundo, las bufandas, el punto y las camisas de cuadros parezcan sacadas del lookbook de Zara de 2008. Que ni siquiera la música de Ty Segall, muso entre los musos, haya podido aportar frescura a las salidas de un desfile cuya escenografía tampoco ha evolucionado desde la última década. Pero lo que más me preocupa es que, llegados a este punto, empiezo a pensar que Slimane no tiene referentes ni imaginarios bien definidos, tiene fijaciones traumáticas desde la adolescencia.

 

Soy Ian Curtis. Sí, otra vez.



Porque ya no es que Ian Curtis sea un icono estético, es que creo que su espectro se le aparece por las noches. O que ha decidido recuperar esos años apartado del diseño y vestir al Pete Doherty sin peinar adicto al crack que se tambaleaba por Londres mientras él se dedicaba exclusivamente a la fotografía. O que cuando no tiene con qué vestir a los modelos, los disfraza de sí mismo porque ansía ver un mundo poblado por varones pálidos obsesionados con Pete Doherty e Ian Curtis. Como si Slimane no pudiera escapar de sí mismo, como si al margen de Dior, Saint Laurent o cualquier nombre de prestigio, todo empezara y acabara en él. Si yo fuera Hedi, me lo haría mirar.

Y como su fichaje responde a la necesidad de multiplicar beneficios, probablemente hará una colección súperventas de complementos que le asegurará la continuidad en la firma y el bucle estético en el que lleva inmerso más de una década. Si, además, sigue conservando los talentos de ese animal comercial que fue, Pinault y Bergé le permitirán sus insolencias de malote de barrio, que a día de hoy son lo único con lo que sabe divertirnos.

 

 

 

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