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ISSN 1989-4163

NUMERO 43 - MAYO 2013

Poema

Diego Vaya

Todo mi desamparo al ver los desperdicios diarios de mi vida.

Todos mis sueños como un coche que robaron

y ardió la noche entera.

Por eso estoy aquí,         junto a millones los ojos conectados

a todos los canales, a todos a la vez,

con los mismos anuncios

de familias felices, sonrientes,

que nos prometen una vida sana en un mundo feliz de los que son su ejemplo superlativo,

que desayunan siempre juntos,

que almuerzan siempre juntos         y cenan siempre juntos,

y llevan una vida dividida

por la hora de comer. No puedo soportarlo. Y es que algo no va bien, en mí o en ellos.

¿Dónde están de verdad esas familias?

¿Dónde están esos nuevos paraísos diseñados

para hacernos creer en otra vida?

Un horror burbujea bajo la superficie limpia de las cosas:

es la publicidad subliminal que anuncia lo que en el fondo somos. Cada eslogan es una doctrina existencial,

es el último oasis posible en el desierto de nuestros corazones,

es la voz de un profeta donde resuenan treinta monedas y un ahorcado. No puedo soportarlo.

¿Cómo quieren que viva de esta forma?

Yo siento miedo y frío,

estoy cansado y maldigo a esa familia,

maldigo sus sonrisas tan perfectas, maldigo la promesa de su felicidad a un precio irresistible.

Y siento rabia y odio

y un rencor me recorre las entrañas como el fuego en un cóctel molotov,

un rencor infinito que me espesa la sangre para que no me tiemble el pulso

cuando vaya a volar en mil pedazos toda esta realidad.            
Debería hacer algo. Debería hacer algo. Ya

no puedo soportarlo más. Debería hacer algo, cualquier cosa urgentemente.

Pero me siento solo  y cambio de canal:

hoy solo quiero ver arder el mundo.

Poema

 

 

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