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ISSN 1989-4163

NUMERO 23 - MAYO 2011

La Era de las Etiquetas

Ángela Mallén

Si entendí bien a Darwin, las leyes de la evolución se corresponde con las de la adaptación. Los organismos mutamos en función de los retos que nos propone el medio. Y si eso es así, interpreto que la era de las etiquetas espera de nosotros que desarrollemos cogotes de piel de elefante y lomos de carey. ¿Cómo si no seguir soportando las laceraciones en nuestro mimoso cutis producto de la era precedente, la de la hidratación?

¿Quién determina y diseña los mundos a los que adaptarse? Esta pregunta me destroza. Primero porque no me apetece meterme en la cuestión del determinismo, y mucho menos en la parcela vigilada por videocámaras de los diseñadores. Pero parece claro que hay alguien que propone, alguien que dispone y luego están los que se adaptan.

A lo que iba. Al principio fue la luz. Luego los ojos. Después la escritura. Y de ahí se pasó a las marcas. Vivimos en el estadio de las marcas. La marca hace al producto, mueve a la acción. Si Adán fuera un hombre contemporáneo no habría visto la manzana ni escuchado a la serpiente, habría buscado el logotipo Appeline. Si antes la palabra “leyenda” se refería a una saga, ahora se refiere a un logo. En la marca buscamos nuestra salud, nuestro bienestar, nuestra fama, nuestra gloria, nuestro honor, nuestro legado, nuestro mapa del mundo. Por la marca guerrean los ejércitos modernos. Por la marca se lucha cuerpo a cuerpo en los torneos de las liquidaciones. Tras la marca se ocultan imperios multinacionales. Bajo la marca hierben submundos de desarrapados.

Y desde luego, en la marca, en su derivado la etiqueta, nos dejamos la piel.

 

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