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ISSN 1989-4163

NUMERO 141 - MARZO 2023

 

Mitos

Ana Márquez

"El odio es el agente unificador más accesible y completo. Los movimientos de masas pueden levantarse sin creer en un Dios, pero nunca sin creer en un demonio" (Eric Hoffer)

 


Todos tenemos nuestros paraísos perdidos y el mío abarcó toda una década. Instalada ya en la cincuentena, hago inventario de recuerdos y considero un privilegio haber vivido mi adolescencia y primera juventud en los añorados ochenta. Sé que suena a delirios de vieja en ciernes, pero creo que durante aquellos años frenéticos los astros se conjugaron para brindarnos lo que no puedo menos que calificar como una aventura trepidante. No hubo un ámbito (social, político, científico, literario, musical...) que no aportara su cuota de emoción casi diaria a aquel tiempo que vivimos, nunca mejor dicho, peligrosamente.

Pero, como suele ocurrir con los paraísos perdidos, no todo fue perfecto. El lunar que afea mi Arcadia particular tiene que ver con la educación. En los ochenta, yo asistía a un colegio público donde cursé la mítica EGB. Debo reconocer que guardo muy buenos recuerdos de aquel colegio y de mis viejos profesores, con alguno de ellos aún me une una sincera amistad. Vaya por delante. Pero resulta que mis “viejos” profesores, en los ochenta eran muy jóvenes y adolecían de todos los tics propios de la edad. Mis maestros tenían el título todavía calentito en los bolsillos, volvieron al pueblo después de pasar tres años en el efervescente ambiente universitario de la Transición y traían caras de mesías. Ansiosos y exaltados, entraron en las aulas como toros en cacharrería, con “El Capital” en una mano y una rosa roja en la otra, dispuestos a “salvar a la patria” (aunque la palabra “patria” estaba, a la sazón, harto denostada). Y nada mejor para salvar a un pueblo que inculcar la “fe verdadera” en los tiernos púberes cuya formación tenían a su cargo y que habrían de propagarla como la sal de la tierra. El lector ya habrá supuesto que mis maestros de Primaria eran marxistas, cientifistas, islamofílicos, antiimperialistas, devotamente ateos, anticlericales y todos los demás atributos que configuran el pack ideológico del progre de libro. Unos auténticos clichés. Y lo peor es que, como todos los jóvenes, creían tener la Razón y la Verdad cogidas por la cola.

También eran buenas personas, de verdad, eso me consta.

El caso es que, cuando tienes doce años y una aspiradora por cerebro, lo que dice tu maestro va a misa. Y yo adoraba a mis maestros. Curiosamente, lo primero que hice fue dejar de ir a la iglesia, a pesar de que siempre me sentí en paz en los lugares de culto, católicos o no. Pero eso se acabó, a la porra la paz, los “beatos” no entraban en el reino de los cielos. Nuestros maestros nos adoctrinaron, abogaban por la pluralidad y, sin embargo, se esforzaron en construir un pensamiento férreamente uniformado en sus alumnos, seguramente con la mejor de las intenciones. Aunque las mesas de debate eran muy populares, el chaval que se salía del guion solía ser objeto de chanza más o menos encubierta. Mis maestros gozaban de un entusiasmo arrollador que apenas podía ocultar un odio revanchista, cuya legitimidad podríamos comprender tras la dolorosa experiencia de la dictadura, pero que, en manos de un educador, no deja de ser un arma peligrosa.

Hicieron un buen trabajo: cuando salimos de Primaria todos éramos marxistas, cientifistas, islamofilicos, antiimperialistas, devotamente ateos y anticlericales… Nos llenaron la cabeza de datos erróneos o tergiversados que obedecían a un esquema básico muy simple: todo lo que Franco exaltaba era “malo” / todo lo que Franco aborrecía era “bueno”. La apoteosis del maniqueísmo. Si en Alemania hubieran hecho lo mismo con Hitler, Wagner sería persona non grata desde 1945.

Recuerdo especialmente las soflamas contra la Iglesia y la Conquista de América: Isabel la Católica* era una furcia que expulsó a los musulmanes y a los judíos por pura maldad e intolerancia (los musulmanes, por supuesto, eran seres angelicales que conquistaron la península siete siglos antes repartiendo guirnaldas). La pérfida reina exterminó a los nativos americanos en un genocidio brutal e instauró la Inquisición donde quemó a cientos de miles de herejes… Hoy sabemos que no eran datos históricos. No hubo genocidio, la Inquisición quemó a menos de 3000 personas en cuatrocientos años, los judíos fueron expulsados de España, sí, y de toda Europa. Pero, ¿para qué molestarse en contrastarlos? Si Franco exaltó “la Gesta”, entonces “la Gesta” y todo lo relacionado con ella, incluidos los Reyes Católicos, era una mierda. Y no había más que hablar.

Por todo ello, no puedo menos que recibir con expectante sorpresa esta corriente desmitificadora que en los últimos años está arrasando tanto en Internet como en el mundo editorial. Los dogmas se tambalean. La historia, la ciencia, todos los viejos esquemas están siendo sometido a un nuevo y refrescante escrutinio. Nombres como María Elvira Roca Barea y Marcelo Gullo Omodeo han irrumpido con fuerza, y una legión de jovencísimos youtubers les están siguiendo los pasos. Todos ellos aúnan esfuerzos para separar el grano de la paja, airear datos desconocidos por el gran público y lavarle la cara a nuestra historia, que la tenía sucia de prejuicios, mitología lascasiana… E intereses, muchísimos intereses políticos.

Que todos los imperios tienen su leyenda negra es bien sabido, lo que convierte el caso de España en aberrante es que fueron los propios españoles los culpables en gran medida de la difusión de la nuestra. Los nacionalismos cargan con buena parte de la culpa, pero, en muchos casos, la autoflagelación era y es producto de la costumbre y de la inercia. Podemos entender que el deseo de distanciarse ideológicamente del franquismo tuviera un gran peso en la formación de los jóvenes durante los primeros y vacilantes pasos de la democracia, y que ello contribuyera a reforzar esa leyenda. Pero, que todavía hoy en los colegios se sigan defendiendo hechos "históricos" falsos, ya clama al cielo. No obstante, como digo, parece que por fin soplan buenos vientos en este sentido. Vivimos tiempos interesantes.

*No me resisto a rematar con un par de datos: Isabel la Católica fue una adelantada a su tiempo que declaró a los nativos americanos "iguales a los blancos" cuatro siglos antes que el resto de Occidente; la reina impulsó el mestizaje en el siglo XVI, cuando todos sabemos que, por ejemplo, en Estados Unidos el matrimonio interracial fue ilegal hasta 1967 y que, todavía en el siglo XIX, Darwin consideraba a los “salvajes” seres inferiores. Isabel promulgó leyes severas para castigar a quienes esclavizaran a los indios y, sí, instauró la Inquisición española que, comparada con la Inquisición inglesa de Isabel I (de cuyas carnicerías no habla nadie fuera del mundo académico, les reto a encontrar información sobre el tema en Internet) fue un paseo por el parque. En cuanto al tema de los judíos, los musulmanes los expulsaron de la "idílica" Al Ándalus mucho antes de que Isabel los expulsara de Castilla. ¿Alguien oyó esto en la EGB? Yo no. Sospecho que el dato estaba enterrado bajo varias toneladas de prejuicios, y de un odio tan viejo ya y tan rancio como nuestros mitos.

La niña de doce años que todavía vive en mí se alegra de que todo esto y mucho más haya dejado de ser, por fin, información confidencial. Vive, esperanza.

 

 


 

 

 

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