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ISSN 1989-4163

NUMERO 51 - MARZO 2014

Trilogía en Garcilaso (1) - Aquel Campo Amaneciendo entre Limones

Ramón Asquerino

 

Ático y lirio

   

Para mi amiga Tere Remiro Brotons: en su aurora de orillas

 

El álamo, el laurel y el mirto callen : Garcilaso

 

 

Esta sombra de palmeras aquejada,

aquella ribera perdidamente lejana,

esa ola desprevenida y opaca,

la dejadez inerte con la marea baja

una bandada de pájaros al alba,

entre dátiles, adaman.

 

 

El viento, perfil en pie, loco de piel y arena,

la sierpe dormida amoratada

por un sueño sin manzanas ni discordias

-bebiendo rincones de Lorca con alcohol-

asfixian el mito sin aliento, jadeando:

como un pecado mordido, líquido, mojado.

No hay hiedras donde enredar

conciencias y brindar con cepas al tiempo

paso a paso, los perdidos ganados

hasta Eco en el Vinalopó,

cuando Narciso, ensimismado en guirnaldas de agua,

dibujaba la desbandada

de estos años espinas sin esquinas,

ocaso contra los cristales tras un aullido de cuarzo,

como vaso vacío de labios

-Vidriera quebrado por membrillo en hiperestesias-,

cortante huido, lacerante,

culebra de cristal, múltiple alcohol,

carmín de lunas, palmeras, acantos

donde acompañar cantos de limones,

zumo que gotea la estancia de los espejos,

y nos condena a leve cadena semibreve.

 

Enhebro: olores de dátiles, de olas, ámbitos de enebro,

aquel campo amaneciendo entre limones,

rocío hilo ahora de memoria

-acosado por un beso de arañas-,

velada, urdida en futuros, urgida,

conjugada en las personas del balcón,

un vuelo desde donde oír, ático y lirio,

aquel campo amaneciendo entre limones:

aspirar al perfil que cercaba caricias,

hoy tan lejos ya de aquel tiempo de los pájaros,

que han caducado entre las manos.

.

El hálito de esas yemas alienta,

cuando Iris mira a marzo para verte asomada

a la marejada en tu aurora de orillas,

acento bilingüe, suave los gestos,

-dolorido sentir de nuestro Garcilaso-,

la tierra húmeda de río y pupilas

a ras del alba, entre las entrañas de los ojos.

 

Y en la desembocadura, lejos, aquejada,

lloró y llamó Eco, ático y lirio, a los ahogados:

Aquel campo amaneciendo entre limones.

 

Que el álamo, el laurel y el mirto hablen.

 

 

Amanecer entre limones

 

 

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