AGITADORAS

PORTADA

AGITANDO

CONTACTO

NOSOTROS

     

ISSN 1989-4163

NUMERO 51 - MARZO 2014

La Hora del Adiós

Cristina Casaoliva

Hace pocos días se levantó mucha controversia al saltar la noticia de que Bélgica iba a convertirse en el primer país del mundo en aprobar la eutanasia sin límites de edad, fijando eso sí estrictos requisitos para acogerse a este derecho.

Karen Lalieux, diputada socialista del partido francófono que ha promovido este cambio legal, afirmaba en la Cámara Baja que “Nuestra responsabilidad es permitir a todo el mundo vivir y morir con dignidad”.

Esa es en realidad la clave de todo, el derecho a mantener la dignidad a lo largo de tu vida. Eso indudablemente debería incluir el modo y momento de morir.

El debate que se arrastra sobre la eutanasia es mayúsculo, hace años que dura y me temo que va para largo. Cada país trata el tema de modos distintos.

Bélgica contempla la eutanasia desde el año 2002, momento en el que se despenalizó y Holanda la legalizó en abril del mismo año.

Algunos países como Francia y Dinamarca permiten la llamada eutanasia pasiva, que es aquella en la que se priva al enfermo de los cuidados médicos que alargan su vida, aunque la activa que es la que induce la muerte al paciente continúa prohibida.

En otros, el proceso de despenalización se encuentra estancado y tan sólo han conseguido definir distintos grados de penalización según sea el caso, como sucede en Alemania y Francia.

A finales del 2008 los diputados de Luxemburgo se pronunciaron a favor de legalizar la eutanasia en adultos, aunque esta aún no se ha hecho efectiva.

Otros países como España, Grecia, Italia o Portugal aducen motivos morales y éticos para penalizarla y prohibirla.

Cuando vivir ya es todo un reto y mantener en vida activos los límites de la dignidad es cada día más complejo y más arduo, lo menos que podemos pedir es que nos dejen marcharnos con dignidad.

Me pregunto que necesidad hay de dejarnos cumplir años hasta que tu propia longevidad supera la resistencia de tu cuerpo, que sentido le encuentran a vivir hasta que dejas de ser tu, perdiendo en el camino tus recuerdos, tu movilidad, tu autoestima. Viendo como desfallece tu reputación y tu esencia.

Para que dejar el triste recuerdo de un yo desdibujado, una caricatura de ti mismo, senil, arrugado, incontinente, quejoso, privado de movilidad.

He de decir que yo no deseo convertirme en una persona inútil, me niego a dejar de ser yo. No quiero una versión de mi misma calva, paralizada, egoísta y vacía de recuerdos. Una sombra de lo que soy hoy y espero por tanto, como ciudadana europea que me dejen despedirme de mi vida dignamente.

Hay casos terribles, personas jóvenes y cabales con dolencias espantosas que les niegan cualquier posibilidad de VIVIR, así en mayúsculas, pero que tampoco los abocan a una muerte benévola.

Los límites de lo que consideramos o no vida deberíamos poder marcarlos nosotros mismos. Al igual que intentamos poder decidir como y donde vivimos.

Debemos luchar activamente por el derecho a decidir como y cuando hemos de morir. Dejando tras nosotros un recuerdo aun por desdibujar. Dejando ese legado intacto.

Quiero poder decidir!!, siempre en todos los aspectos de mi vida y deseo que mis hijos puedan decidir. Sobre la vida misma. Y que decisión más vital que decidir sobre la muerte.

Convirtamos la hora del adiós en una despedida digna, honorable y muy humana.

 

 

 

 

 

La hora del adiós

 

 

@ Agitadoras.com 2014