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ISSN 1989-4163

NUMERO 21 - MARZO 2011

El Amante Desesperado y Otros Cuentos

Roberto Bravo

El Amante Desesperado

I

         ¿Cómo puedo conocer a mi amada?

         A través de los datos sensoriales que ella me aporta (la frase es capciosa: presupone la existencia de ella), mi atareado o afanoso cerebro construye la imagen de ese ser; y así sólo amo ―o creo amar― a un fantasma.

    
II

         Si el contacto fuese directo ―sin mediación de palabras, ni gestos― yo encontraría la esencia (quizás ya familiar, acaso extraña) de quien desde su encierro personal llega hasta el mío.

         Pero la hipótesis es falsa: ¿cómo saber que esa nueva presencia no es un producto más de mis lucubraciones?

 

El Inmortal

         El hombre decidió matar al inmortal.

―¿Por qué quieres hacerlo? ―preguntó este.

―Porque te envidio. Tú vivirás para siempre y yo no. Te tengo miedo… Y también ―admitió― porque me intrigas. Me fascina que puedas sobrevivir al tiempo, desafiando a los siglos y a los hechos. Me cautiva ver qué feliz orden de circunstancias puede engendrar el prodigio de tu permanencia.

         Y con estas palabras abrió fuego.

         La bala salió del cañón del arma y se alojó en el cuerpo del inmortal. Este cayó, muerto.

 

Justo Salario

         Una radiante mañana de abril, un pordiosero entró al palacio del emperador Wu Yeng. Postrándose ante él, dijo:

―¡Oh magnánimo señor! Llevo veinte años mendigando. Soy un poeta. Sólo pido vivir de mi trabajo.

         Wu Yeng le respondió:

―Justa aspiración. Desde hoy serás el poeta de palacio. Escribirás poesía para recitarla en las fiestas y en los banquetes a los invitados.

         Desde entonces el poeta vive en los jardines mientras escribe poesía o la recita a los invitados. Y cuando no, mendiga a las puertas del palacio.

 

 

Amante desesperado

 

 

 

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