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ISSN 1989-4163

NUMERO 50 - FEBRERO 2014

Consigna - Titular - Emoticón

Ángela Mallén

¿En un principio fue el mundo o fue el concepto del mundo? ¿Hubo un estudio previo, una distribución de costes, una evaluación de daños colaterales?

No creo.

La cosa surgió del caos.

Posteriormente dieron comienzo los estudios, a toro pasado. Se analizaron los fenómenos. Se investigaron los procesos que dieron lugar a los fenómenos. Se descompusieron los elementos y fueron denominados cada uno de sus componentes. Se creó un corpus informativo cuya base de datos alcanzó el tamaño de un mundo paralelo. Los especialistas se lo aprendieron. Los docentes nos lo transmitieron. Nuestras cabezas lo asumieron.

Desde entonces hay dos mundos: el que es como es y el que tenemos metido en la cabeza.

Hubo una época en la que ese mundo de pensamientos cabía en cabezotas como la de Aristóteles, Einstein o Hawking. Se interpretaba la realidad en forma de tratados lógico-filosóficos, la política a través de estatutos legislativos, la religión con escrituras sagradas, la ciencia mediante fórmulas, el periodismo por artículos analíticos, columnas de opinión o emocionantes cartas al director, la literatura por la épica del guerrero y la lírica del enamorado.



Un día dijo alguien contemporáneo: “Hoy no me apetece mucho pensar”. A lo que respondió alguien poderoso: “Qué buena idea”. A partir de ese momento se optimizaron las entregas en packs de información + opinión. Un formato que le permitía al usuario consumir la información ya opinada y digerida por inmensas maquinarias mediáticas. Titulares, slogans, consignas, tweets y sms, sustituyeron a los artículos, tratados, catecismos o cartas de amor. La gente ingería continuamente mensajesde todos los colores como si fueran gominolas. El corpus informativo se volvió bombardeo informativo, con lo cual se trastocaron las funciones perceptivas y de procesamiento. Cada vez se fue haciendo más difícil valorar, juzgar y analizar. La consecuencia fue un empacho bloqueante de la respuesta emocional que dio lugar a los primeros casos de un extraño síndrome letal.


 
Este síndrome, en su manifestación aguda, se caracteriza por una tendencia a comprimir lingüísticamente el pensamiento propio y ajeno en unidades comunicativas de pocos caracteres y en traducir la expresión emocional a figuritas o emoticones.

La cuestión es que el pensamiento y la emoción comprimidos han venido generando efectos colaterales que se manifiestan en forma de sentimientos de frustración y apatía. Puede decirse que desde que los contemporáneos pensamos en términos de sinopsis indolente, los poderosos se están quedando con los dos mundos: el real y el interiorizado.

Comprimir es un ejercicio interesante, pero explayarse tampoco está mal. Lo mejor será que coexistan todas las tendencias, ¿por qué no? Sinteticemos, puesto que la síntesis es una de las funciones clave del intelecto, pero no cortemos justamente por las alas del pensamiento.

El mundo “uno” surgió del caos y el mundo “dos” nos lo sacamos de la cabeza.  Sería paradójico que tuviéramos que extinguirnos porque nos quedemos sin ninguno. Dice la sabiduría popular que a la tercera va la vencida, y que en la moderación está el gusto. Tal vez el pueblo consiga salvarnos en una tercera vía si aprendemos a promediar entre lo extemporáneo farragoso y lo contemporáneo banal, entre el Tractatus y el corsé de las consignas. Que el ángel de la razón nos asista.  

El dos mil catorce no parece mal año para entrarle a trapo. Pero venga, que ya estamos en febrero.


 

Emoticon

 

 

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