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ISSN 1989-4163

NUMERO 20 - FEBRERO 2011

Pienso Luego Resisto (VI) - Fumar o no Fumar, That's the Question

Mª Ángeles Cabré

No creo que en la Comunidad Valenciana sean más tontos que en el resto de España, pero algo pasa cuando es precisamente allí donde un grupillo de propietarios de bares ha iniciado una campaña de recogida de firmas para tratar de reformar la recién aprobada ley que prohíbe terminantemente fumar en dichos locales. Que eso ocurra precisamente allí quizás tenga alguna relación con que dentro de su territorio se hallen las rutas del bacalao más codiciadas (léase los lugares más propicios para ponerse hasta el mismísimo ojete de drogas de diseño) y también las combinaciones cromáticas más perjudiciales para la salud ocular, ya sea en soporte textil u ornamental. Por no hablar de la extendida teoría que reza, y no sin cierto fundamento, que allí siguen gobernando los mismos que gobernaban antes de la transición.

En esa línea, a raíz de la entrada en vigor de la Ley Antitabaco, en el sevillano municipio de Montellano un simpático hotelito ha puesto en marcha una campaña según la cual hace descuentos a los fumadores y les invita a un copazo con el primer cigarrillo que inhalen a las puertas de su establecimiento. No sé porqué, eso me trae a la memoria el personaje que interpreta Chiquito de la Calzada, que es malagueño a la par que ingenioso, y también algunas escenas de Los Morancos, que son sevillanos a la par que divertidísimos.

Estoy segura de que tanto los vindicadores bares valencianos como la ocurrente hostería cosecharán un gran número de adeptos, del mismo modo que si planteáramos un referéndum sobre la conveniencia de suprimir los impuestos, el grueso de los españolitos de a pie, desde su ignorancia secular, dirían que sí, que impuestos fuera y que ancha es Castilla; como es evidente sin pensar que al día siguiente no tendrían donde irse a curar las gripes ni donde depositar a sus vástagos a las nueve de la mañana... El españolito de a pie es así, inconsciente por naturaleza, amigo de la francachela y del tapeo, de las cañas de cerveza, de la cuchipanda y de la opinión al tuntún, sin reflexión previa. Ya lo era antes de que San Francisco Franco lo redujera a base de golpes de yugo y flecha, de ahí que la República durara dos telediarios, y lo sigue siendo hoy, con conexión Wifi en un montón de hogares y acciones bursátiles en la cartera virtual de cualquier hijo de vecino.

Su molicie respecto a los deberes y su afición desmedida a reivindicar a diario múltiples derechos que él mismo se atribuye, se debe sin duda a esa afición desmedida a la holganza y al zanganeo, prima hermana de la inconsciencia, a su vez gemela de esa especie de ingenuidad endémica que lleva a unos cuantos empresarios de la hostelería a alardear de sufrir ingentes pérdidas a causa de la citada ley, como si súbitamente quienes tienen sed no entraran en los bares para aliviársela y quienes tiene sueño no entraran en los hoteles para conjurar el cansancio tan sólo porque en dichos lugares el fumar haya dejado de ser un placer. Lo de "personas perjudicadas por la Ley Antitabaco" ya es el acabose...

Decía Chesterton en una frase genial, como tantas suyas, que hay dos tipos de personas: las que dividen a las personas en dos tipos y las otras. Para mí, en cambio, hay dos clases de personas: las que fuman y las que no. Quisiera creer en categorías de mayor enjundia ontológica, pero mi simpleza no da para más.

Para justificarme diré en mi descargo que es probable que dicha teoría tan poco elevada provenga de las horas que pasé de pequeña en el Puente Aéreo, haciendo el trayecto Madrid-Barcelona y viceversa. En esos primeros años de la democracia, cuando esta aún no había alcanzado demasiada entidad, aún se podía fumar a espuertas en los espacios públicos, incluidos los aviones, lo cual era, para mi olfato infantil, un verdadero tormento. Quienes no lo hayan vivido no pueden hacerse a la idea de lo que eran esas últimas filas atestadas de fumadores nerviosos, por no decir histéricos, algunos de ellos con pánico a volar. La humareda era tal que se desplazaba por encima de los asientos y alcanzaba las filas de primera clase. No hubiera sido de extrañar que el personal de vuelo usara mascarillas para evitar el cáncer de pulmón, aunque no vi rastro de ellas. Acaso hicieran inhalaciones de oxígeno puro cuando llegaban al final de pasillo para evitar crisis respiratorias, lo ignoro. Lo que sí sé es que ansío con toda mi alma que esos tiempos no vuelvan y me importa un carajo que los desaprensivos fumadores tengan que meterse la dosis de nicotina en ventiladas aceras a 0º o en mitad del desierto a 40º. Ya han sido muchos años de aguantarlos, estamos hartos de ser fumadores pasivos y tenemos derecho a respirar.

 

Fumar

 

 

 

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