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ISSN 1989-4163

NUMERO 28 - DICIEMBRE 2011

Microcuentos

Rafael Blanco

DESDICHA

La dicha en el amor le había sido negada.
Siempre que escribía para el cine, le salían historias de amor dichosas.
Él mismo era el intérprete de sus historias. Representar la dicha del amor era su única posibilidad.
Pero había un problema, como siempre. Necesitaba actrices.

 

BUCLE

Sus relaciones con los demás eran cada día más conflictivas.
Ni él entendía a nadie ni nadie le entendía a él.
Evidentemente, se estaba quedando solo.
No pocas veces pensaba en relajarse, en intentar comprender a los demás, en abrirse.
Pero para no sucumbir a la tentación, llegaba a casa y se leía uno o dos relatos de Bukowski.

 

LA VIDA TAL CUAL

- ¿Sabés lo que te pasa a vos? –le espetó ella, los ojos iracundos, los dientes apretados, los puños tensos.
- No, pero me lo vas a decir tú –machacó él.
- Que sos Tauro.
Y dicho esto, dando un portazo se metió en su habitación y se echó a llorar.

 

TEDIO

Nunca le pasaba nada.
Vivió en ciudades varias, países diversos, continentes dos. Trabajó de profesor, de traductor, de intérprete. Frecuentó a cineastas, escritores, músicos, escribió libros, cine, teatro, actuaba, producía, posaba para fotógrafos. Conoció el bullicio de la ciudad y la calma del campo. Tuvo épocas de mucho éxito con las mujeres y épocas de fracaso total. Conoció la brutalidad del deseo y la tristeza de su ausencia. Pero nunca le pasó nada.
¿Cómo quitarse de encima la plomiza sensación de que no pasa absolutamente nada?

 

MALDICIÓN

Si no fuera por estos momentos, pensó mientras paladeaba su café y en el bar sonaba Chet Baker.
Y entonces apareció ella.

 

LUCIDEZ

La vida es un puto desastre, pensó mientras follaba.

 

BARES

Miró por la ventana del bar.
Afuera hacía sol.
Adentro había empezado a sonar Wish You Were Here de Pink Floyd.
Era uno de esos momentos en que una dulce melancolía te cosquillea el vientre. Miras hacia atrás sin ira y hacia delante sin miedo.
De pronto se tiró un pedo y esperó que no oliese.
Siempre se cagaba en la poesía justo después de la poesía.

 

BUCLE 2

Si hubiera.

 

MALDICIÓN 2

Si no fuera por estos momentos, pensó mientras paladeaba su café y en el bar sonaba Chet Baker.
Y entonces pensó en ella.

 

COMO TE LO DIGO

- Mi hijo se llama Jacinto y es un mastuerzo. Mi hija se llama Rosa y es un cardo borriquero. Mi marido es un alcornoque se llame como se llame, que por cierto se llama Acacio. Y aquí me tienes, perdida como una niña en medio del bosque.
- Pues mi hijo se llama Perfecto y es un perfecto imbécil. Mi hija se llama Inmaculada y es más puta que las gallinas. Y mi marido, que me odia, se llama Amador.
- Ay, Angustias, de verdad. Qué vida ésta.
- Fíjate que la Consuelo no para de llorar porque su hija le ha puesto a su bebé Iluminado y ahora resulta que el pobre es ciego.
- Yo es que vamos.

 

AMIGOS

Érase una vez dos amigos que eran tan amigos que eran muy amigos.
Eran realmente grandes amigos.
Hasta que siendo los dos muy viejos, se murieron.
Tenían cada uno más de cien años, de forma que entre los dos tenían más de doscientos.
Y la gente comentaba: hay que ver lo amigos que eran.
Yo escuché a uno comentar: es que eran tan amigos que si hubieran sido más amigos habrían sido tan amigos que habrían sido muy muy muy amigos, que es exactamente lo que eran aquellos dos amigos.
Recuerdo que aquel testimonio me conmocionó tanto que si me hubiera conmocionado más me habría conmocionado tanto que me habría muerto de la conmoción, y entonces a ver quién se pone aquí a contarles esto, eh, a ver.

 

POR TURNOS

Primero se morían unos y luego se morían otros, según les iba tocando.
Algunos se suicidaban.
Otros se morían de repente. Tipo iban paseando, les daba un síncope y ea, cataplum chimpún, al suelo.
- ¿Qué ha pasado?
- Nada, uno que se ha muerto.
Otros se metían un piñote con el coche. Quedaban lindos.   
En fin, tampoco me voy a poner aquí a detallar tan manido asunto.

 

RODEOS

Algunos minirrelatos son aforismos enmascarados para que editores y lectores (y finalmente uno mismo) se queden tranquilos.
Se le ocurrió mientras, tumbado en el sofá, buscaba ideas para minirrelatos.

 

MÁSCARAS

Se ponían guapos (o feos).
Todo lo usaban para seducir: sus lecturas, su acento, sus opiniones (también sus silencios).
Los había que se emborrachaban (los había que no).
Los había que practicaban el humor, pero la seriedad también funcionaba (y la timidez).
Algunos hacían todo esto para no seducir, que era su manera de seducir.
Eran seres proyectados hacia fuera, inevitablemente pragmáticos.
La muerte les horrorizaba y el horror era seductor.
Lloraban por táctica, reían con técnica, amaban con método, odiaban por cálculo.
Su crueldad era candidez, su candidez fórmula.
Pero todo era inútil.

Mi pregunta favorita, de todas las que les conozco, es: ¿cuál de los dos está mal definido, el misil más infalible o la fortaleza más inexpugnable?

 

EN VOZ BAJA

Cuando supo que se moría, recogió sus pocas cosas y se fue.
Ya vivía lejos de su casa, pero decidió irse aún más lejos, allá donde el idioma fuera una barrera infranqueable.
Nada más llegar se despojó de todas las pruebas de su identidad.
Se perdió entre la multitud, y sintió que poco a poco se moría.
De vez en cuando se le oía cantar. Tenía una bonita voz, una voz viril, una hermosa voz de bajo profundo.
Su rostro también era hermoso.
No hablaba nunca, salvo con un perro que solía husmear por el lugar y acostarse a sus pies.
- Me muero, perro –le decía–. Me muero y te puedo asegurar que no me apetece. Pero es lo que hay.
Y se quedaba dormido junto al perro.
Nadie sabe de las circunstancias exactas de su muerte.
Pero está muerto, es un hecho. Hoy ya no es más que un recuerdo, y muy pronto no será nada.

 

INSTANTÁNEA

En ese momento
Justo cuando levantó la botella
Para beber una pizca de agua mineral
Justo en ese momento pudo haberse muerto
        
No se murió, es cierto
Pero pudo haberlo hecho

 

GRIETA

Miró por la mirilla y admiró:
- La de cosas que pasan ahí afuera.
Entonces llamaron a la puerta, toc toc.
Abrió y era ella, una insigne desconocida.
- Vengo a seducirte.
Se besaron, pero el cuerpo de ella era escurridizo.
- Chico, no sé si te podré consagrar todo mi tiempo, mi vida rebosa cosas.
- Pero yo quiero estar contigo.
- A mí me gustan tus besos.
Se besaron, pero el cuerpo de ella se escurrió.
Él miró sus manos vacías y pensó:
- Otro sueño que se esfuma.
Y se acostó.

 

EN SUS MANOS

El masajista chino no habla mi idioma y con sus manos grandes, cálidas y sabias le está metiendo una soberana paliza a mi maltrecha espalda. No me ha hecho preguntas ni me ha pedido que me relaje, ya se está encargando él de relajarme a golpes. Tumbado en la camilla, me invade la sensación de que, si de pronto le diera por depositar un beso en mis labios resecos, me dejaría hacer, por la necesidad que tengo de un poco de ternura en estado bruto, sin una palabra.

 

DE LOS NERVIOS

- Ya está bien, tanto quejarte. Que si Fulano es muy antipático, que si Mengano te ha hecho yo qué sé qué, que si el cine de hoy, que si los libros de antes, que si tu madre, que si tu hermano, que si un primo tuyo de Alcorcón. El mundo es lo que es y punto. Y no necesita tu permiso para serlo. Y déjame ya tranquilo, coño.
- Ay perdona.
- Ni perdona ni hostias. Que me tienes muy harto.
- Ya no me quejo más, de verdad.
- Lo veremos.
- Que no me quejo más, que de verdad.
- Que lo veremos.
- Que no me quejo más, que.
- Ay la puta que te parió. Cállate ya. Lo que te pareces a mi madre, joder. Que no hay manera de que se calle. No lo soporto más. Quejas y más quejas.

 

¿QUIERES?

- ¿Quieres?
- No.
- Tendrás.

- ¿Quieres?
- Sí.
- ¿Estás seguro?

- ¿Quieres?
- La verdad es que cómo saberlo.
- Pues decídete pronto, que no tengo todo el día.

 

LES DEJO

En su lecho de muerte
Descubrió un placer insospechado
La voluptuosidad de cerrar los ojos
Y de ver llegar el final
Despacito

Microcuentos

 

 

 

 

 

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