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ISSN 1989-4163

NUMERO 28 - DICIEMBRE 2011

Ruidos - Los Suegros - La Sombra

Pepe Pereza

RUIDOS
No había amanecido cuando comenzaron los ruidos en la pared. Alguien estaba taladrando el tabique contiguo y el estruendo era insoportable. Tú seguiste durmiendo a pesar del alboroto.

  • Joder, es para denunciarlos.

 

Arrugaste la nariz y te diste media vuelta llevándote parte del edredón. Sentí envidia de tu sosiego. El ruido cesó de pronto y la tranquilidad regresó al dormitorio. Tiré suavemente del edredón y una vez que recuperé mi parte, me acurruqué a tu lado. El mundo era caliente y seguro. Justo cuando me estaba quedando dormido, el ruido regresó. Fue como si un cretino me hubiera empujado a una piscina de agua helada.

  • ¡Su puta madre!

 

Perdí los nervios y me lié a golpear la pared con los puños.

  • ¡Cómo no pares con ese puto taladro te voy a sacar las tripas!

 

El ruido se interrumpió. Esperé, intuyendo que pronto volvería... Nada, silencio sepulcral. Tal vez habían terminado el trabajo. Me volví a tapar con el edredón, y de inmediato me dormí. Soñé que caminabas por la orilla del mar. Un mar azul celeste que parecía sacado de un lienzo impresionista. Yo te observaba tumbado en la arena, veía tu figura recortándose en el ocaso, envuelta en una aureola de fotones y reflejos saltarines... El estruendo borró todos los colores. Ahí estaba otra vez la puta broca taladrando mis tímpanos. Me incorporé y salté de la cama. Cegado por la rabia salí del dormitorio. Volví a entrar con un martillo y la emprendí a golpes con la pared. Evidentemente te despertaste.

  • ¿Se puede saber qué coño estás haciendo?
  • Esos hijos de puta llevan toda la mañana jodiéndome.
  • Metes tú más ruido que ellos.
  • ¿Cómo puedes decir eso?
  • Porque es verdad.
  • Nunca te pones de mi parte.
  • No me vengas con esas ¡Joder!

 

De pronto los ruidos ya no me importaban. Me vi reflejado en el espejo que colgaba de la pared. Estaba ridículo, en calzoncillos empuñando un martillo. Inconscientemente lo dejé resbalar de entre mis dedos y cayó al suelo golpeando las baldosas.

  • ¡Quieres dejarme dormir de una puta vez!
  • Yo sólo quería...

 

Yo solo quería seguir soñando contigo, pero no me atreví a continuar la frase.
Me diste la espalda cubriéndote la cabeza con el edredón. Salí de la habitación y me fui al sofá.
Soñé con aviones y otras cosas. No era lo mismo.

 

LOS SUEGROS
Preparabas la cena, mientras yo esperaba sentado frente a un plato vacío. Normalmente era yo el que cocinaba, pero me había dado un tirón en la espalda y apenas podía moverme. El teléfono sonó en el salón. Saliste para contestar la llamada. Yo traté de vigilar el contenido de la sartén desde donde estaba y viendo que te demorabas y que el humo empezaba a espesarse decidí avisarte.

  • Esto se va a quemar.

 

Regresaste y te hiciste cargo del guiso a la vez que me anunciabas la terrible noticia.

  • El sábado cenamos con mis padres, así que no hagas planes.
  • No jodas.
  • Nos invitan a un restaurante muy caro.
  • Preferiría comer mierda en una pocilga.
  • Sabes que esa actitud me saca de quicio.
  • Sabes que odio salir con tus padres.
  • No seas vinagres y pon un poco de tú parte.
  • Está bien, pero como tú padre saque el tema de la religión me levanto y me marcho. ¿Queda claro?
  • Hablaré con él.
  • Y de política, como diga una sola palabra sobre política...
  • Te he dicho que hablaré con él.
  • ¿Y qué restaurante es?
  • No lo han querido decir. Es una sorpresa.
  • No sé por qué, pero se me han puesto los pelos como escarpias.
  • Sabes que odio...
  • (Pisándote la frase)...esa actitud.
  • Verás como al final lo terminamos pasando bien.
  • ¿Estás de coña? Dime una sola noche divertida que hayamos pasado con ellos. No, te lo pongo más fácil, dime una sola hora agradable con tus padres. Es más, un minuto, un miserable minuto… te reto a que menciones un minuto donde nos hayamos divertido estando con ellos. Dime de un minuto donde no nos hayan martirizado con sus imposiciones, con sus “sabios” consejos, con su puta manía de invadir nuestra intimidad.
  • Bueno, ya está bien. Ellos son de otro tiempo, los educaron de forma diferente. No pueden entender que podamos vivir juntos sin estar casados.
  • Son unos nazis. No los disculpes.
  • No te pases.
  • Me quedo corto, son una mezcla entre Hithler, George W. Bushy Torquemada.
  • A veces creo que te gusta hacerme sufrir. Que tienes una vena sádica y disfrutas haciéndomela sentir.
  • Tonterías.
  • Son mis padres y los quiero. Cuando hablas así de ellos me haces daño y lo sabes. Sé que a veces tienen sus cosas, pero tienes que respetarlos, aunque solo sea por mí.
  • Es que...
  • Son como son y no vamos a cambiarlos ahora. Simplemente te pido que seas paciente con ellos y que si sacan algún tema que no te guste o con el que no estés de acuerdo, simplemente cambia de conversación.
  • Lo intentaré.
  • Lo prometes.
  • Lo prometo, pero nada de religión ni de...
  • Política. Ya lo sé.

 

Silencio.

  • ¿Quieres los huevos fritos o en tortilla?
  • (Musitando) Nazis.
  • ¿Qué?
  • Fritos.

 

 

LA SOMBRA
Me desperté al notar tu ausencia en la cama. Te vi recortada a contraluz junto a la ventana. Miré la hora: las tres y catorce de la madrugada.

  • ¿Qué miras?
  • Nada.
  • ¿Por qué estás despierta?
  • No lo sé.
  • ¿Qué te pasa?
  • No… no lo sé.
  • Cómo qué no lo sabes.
  • Me he despertado con una sensación de… no sé cómo explicarlo.
  • ¿Te duele algo?
  • No, no es eso.
  • Entonces ¿Qué es?
  • No lo sé, joder. Cómo tengo qué decírtelo.
  • Está bien, no te enfades conmigo, yo solo me preocupaba por ti.
  • Duérmete, quiero estar a mi rollo.

 

Me di la vuelta y traté de dormir, faltaban pocas horas para que sonase el despertador. El saberte ahí plantada, frente de la ventana, hacía que me preocupase y no conseguía conciliar el sueño. Me giré y me quedé observándote. Parecías una estatua de tan quieta como estabas. Por un momento temí que te hubieses convertido en mármol pero en ese instante moviste el brazo para apartarte el pelo de la cara.

  • ¿Es por mí?
  • ¿A qué te refieres?
  • Digo que si estás así por mí, por algo que haya dicho o hecho.
  • No es por ti, es solo que… no lo sé. De verdad, cariño, no lo sé. Estoy deprimida sin saber por qué.
  • Vuelve a la cama conmigo.
  • No, ya iré más tarde. Tú duérmete que mañana madrugas.
  • Estando tú ahí, no sé si voy a poder.
  • Duerme.

 

Seguí contemplándote en la penumbra, preocupado, sintiendo como me desvelaba. Lo que fuera que te pasaba me afectaba a mí también. Tus males eran los míos, no lo podía evitar. Me incorporé y me encendí un cigarro.

  • ¿Por qué no duermes?
  •  Es difícil sabiendo que te pasa algo.
  • En realidad no me ocurre nada.
  • Entonces ¿por qué no te metes en la cama?
  • Antes quiero… no sé ni lo que quiero.
  • Ven, antes de que cojas frío.

 

Como no venías, me levanté, me acerqué a tu lado y te abracé. Estabas helada.

  • Estás helada. Vamos a la cama antes de que te refríes o algo peor.
  • Abrázame fuerte.

Te abracé fuerte. Temblabas. Te froté la espalda con la palma de la mano y te besé en el lóbulo de la oreja.

  • Vamos a la cama.
  • No, acuéstate tú, quiero estar aquí un rato más.
  • Si no vienes a la cama conmigo no voy a poder pegar ojo.
  • Por favor, déjame. Quiero estar a solas conmigo misma. Sea lo que sea lo que me pasa no tiene nada que ver contigo. Duerme tranquilo, enseguida me meto en la cama.
  • Me lo prometes.
  • Te lo prometo.

 

Te besé en el cuello y regresé a la cama. Acabé el cigarro que se consumía en el cenicero y cerré los ojos con el firme propósito de aprovechar las pocas horas que me quedaban de sueño. Por mucho que me concentré me fue imposible dormir. Aun así mantuve los ojos cerrados con la esperanza de conseguirlo. A la media hora noté que ocupabas tu lado en la cama. Ninguno de los dos pudimos dormir esa noche. Cuando sonó el despertador me levanté sin energías en el cuerpo. Tú fingías dormir, aunque yo sabía que lo hacías para no preocuparme. No obstante, lo estaba.
Horas después, cuando regresé del trabajo, me recibiste alegre y despreocupada. Te pregunté por el asunto de la noche anterior, tú le quitaste importancia y cambiaste de tema. Sin embargo, noté que en tu mirada había una sombra que antes no estaba ahí.

Cariátide

 

 

 

 

 

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