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ISSN 1989-4163

NUMERO 18 - DICIEMBRE 2010

Transparencias

Paco Piquer

           - ¿Quién no ha soñado alguna vez con ser invisible? ¡Miente! ¡Miente usted, señor! ¡Vuelva usted, por favor! Deje que le explique. ¿Ha imaginado usted sus ventajas? Pasar desapercibido. Ver sin ser visto. Ser invisible le transformaría en un superhéroe de historieta. Todo estaría a su alcance. Desde ayudar a la justicia a convertirse en el más desalmado de los delincuentes o alcanzar la perfección como voyeur. ¿Qué me dice usted, señor? Las ventajas son incontables. Imagínese usted, por ejemplo… ¡No se vaya, por favor! Será solo un segundo… señor ¡Señor! ¿Han visto ustedes? Los hay escépticos. Pero…no será este su caso, ¿verdad? ¿Estudiantes? ¡Claro! Me lo suponía. Piensen en que van a realizar el examen de fin de curso. El más importante. El definitivo. La gloria o el fracaso. Invisibles con mi método, acceden a los ejercicios que van a proponerles. Los preparan adecuadamente y…  ¡Matrícula de honor! ¡Licenciados Cum Laude! Puertas abiertas en los mejores empleos. Dinero. Fama.  ¿Un fraude? Pero… ¿qué dicen? No me vengan ahora con hipocresías. No sean tontos y piénsenlo. Vuelvan cuando quieran. Gracias, muchas gracias. Hasta otro día. Llévense el folleto, por favor. Buenos días, caballero. Permítame una pregunta. ¿No será usted espía, por casualidad? Lo digo por lo de la gabardina. ¿Detective? ¡Ya me parecía a mí! Bien, bien. Entonces soy la solución a sus problemas de camuflaje. Simplemente, no existen. ¿Un seguimiento? ¡A pecho descubierto! ¿Grabar pruebas inculpatorias? ¡Primeros planos! La garantía cien por cien de sus servicios; las tarifas más altas. ¿Se imagina? ¿Legal? Por supuesto. Usted actuaría con la más absoluta impunidad. Además, siendo invisible ¿quién iba a fijarse en usted? No lo dude. De acuerdo, de acuerdo, píenselo unos días. Estoy seguro de que se convencerá. Aquí estaré. Cuando quiera, a su disposición, caballero. ¿Dígame? Hable más alto, por favor. No consigo entenderle. ¡Ah! Claro, claro, le comprendo. Discreción. Garantizada, por supuesto. Acérquese, le hablaré bajito, no se preocupe. ¿Así que tiene usted una vecina que está, digamos, muy buena, con perdón? Pues, piense un poco, amigo. ¿No se hace a la idea? Olvídese de agujeros, de cerraduras y de telescopios. Estar a su lado; poder tocarla casi, ¿eh, pillín? ¿Caro? ¿Cómo va a ser caro? Si antes me ha dicho que daría lo que fuese por… Pero… ¿qué dice? ¿Una estafa? ¡Denúncieme, imbécil! ¡Degenerado! – El despertador emite su desagradable pitido. De un tiempo a esta parte es casi un alivio. Porque mi agitación alcanza niveles superlativos. Y es que mi sueño termina siempre del mismo modo. Me chuleo delante de los policías que me detienen. - ¡Soy el hombre invisible! Ustedes no me están viendo. -  Ellos se miran y se ríen. Es evidente que algo falla. Últimamente llego tarde a la oficina. ¿Qué más da? Han ocupado mi despacho y han cambiado mi nombre en la plaquita de la puerta. En recursos humanos no entienden que no se trata de absentismo. Tampoco el sindicato ha hecho nada por defenderme. ¿Qué culpa tengo yo de que nadie me vea? Bueno, si hay alguien. Ese hombre de blanco que me quita la camisa de fuerza cuando me lleva al despacho del doctor – Está usted mejorando – me dice – hoy le veo mucho mejor que ayer.

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