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ISSN 1989-4163

NUMERO 62 - ABRIL 2015

Poema 45

Sergio Manganelli

 

“O tal vez ese viento,

que te arranca del aburrimiento

y te deja abrazada a una duda,

en mitad de la calle y desnuda”

Joaquín Sabina

“Se prohíbe la mendicidad”

presumía el histérico letrero

en la puerta del bar,

miré al pocillo

y protesté con la boca

aún amarga:

 

Prohíbo que te enfríes,

que perfumes a invierno,

incites al amor

o retrases el sueño.

 

Qué tentación mandar! -pensé-

como un pretor flamante

en su silla de Roma.

 

Y dispuse más firme:

 

Prohíbo la orfandad,

los padres sin memoria,

los pibes sin infancia.

 

Prohíbo la tortura

y la sangría absurda de la barbarie urbana.

 

Prohíbo el dolor

y su luctuosa partitura de muecas.

 

Prohíbo que me espanten las brumas

y las intermitencias.

 

Prohíbo la usura

que desguaza naciones y enluta las paneras.

 

Prohíbo sea del prójimo

la mujer codiciada.

 

Prohíbo la jauría

de los inquisidores.

 

Prohíbo que haya pobres

durmiendo en las veredas.

 

Prohíbo que la muerte aquiete las caricias

y hiele la entrepierna.

 

Prohíbo al que predica

parábolas de lucro.

 

Prohíbo que prohíba

el mandamás de turno.

 

Prohíbo que las emociones gocen

de menos chance que los emoticones.

Prohíbo que te inquietes

y cierres la ventana.

 

Prohíbo el pelotón

de fusilar franquezas.

 

Prohíbo al almanaque

multiplicar semanas.

 

Prohíbo los quirófanos

de extirpar la esperanza.

 

Prohíbo la sordidez

de los que nunca aman.

 

Les prohíbo a tus ojos

cerrar de madrugada.

 

Prohíbo que tu pecho

se estremezca en mi magia.

 

Y para concluir este códice

de ajado desaliento,

solo pido un deseo,

una tregua,

un absurdo,

una impúdica gracia:

 

Que ya nunca me asalte

una noche sin tu alba.

 

 

 

Sergio Manganelli

 

 

 

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