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ISSN 1989-4163

NUMERO 62 - ABRIL 2015

Todos los Buenos Soldados

Gabriel Rodríguez

Autor: David Torres. Editorial Planeta. 272 páginas. 2014. 19€

 

Confieso que al principio tuve cierta prevención con respecto a David Torres. Su primera novela, Nanga Parbat , estuvo en la estantería de mi casa, sumergida entre un centenar largo de libros clásicos de montaña, antes de que decidiera hincarle el ojo. Y es que a fin de cuentas, ¿quién iba a interesarse por la literatura de ficción de montaña cuando la de verdad, la de testimonio, resultaba tan emocionante? Por otra parte bastaba con echarle un vistazo a la foto del autor para desconfiar de sus aptitudes como montañero. Saltaba a la legua que era más fácil verle asiendo un puro que un piolet.

Vencido el prejuicio unos cuantos años después, leí y disfruté de Nanga Parbat . La novela era ficción, por supuesto, pero para entonces servidor ya peinaba canas y había comprendido que la buena ficción no solo es más jugosa, sino también más precisa que la plana descripción de la realidad. En Nanga Parbat había además mucho de Moby Dick : la gran ballena blanca, la obsesión que arrastra a los hombres hasta enloquecerlos y empujarlos a su destino como si los lanzara al abismo, aparecía en forma de pesadilla de roca y hielo como la montaña desnuda que es el Nanga.

Fue de todas formas en las columnas de Público cuando descubrí que Torres gastaba un humor con el que siempre me he identificado. Se puede resumir así: cuando critiques a los poderosos, más vale pasarse un poco de cabrón y denunciar su imbecilidad que envainársela y permitir que se escapen con el orgullo intacto.

Tras haberme ventilado en un par de sentadas Los huesos de Mallory , cae en mis manos su última novela, Todos los buenos soldados . El argumento es irresistible de tan delirante: el humorista Miguel Gila viaja a Sidi Ifni en el año 57 acompañado de Carmen Sevilla para amenizar la amodorrada vida castrense de los legionarios, donde se verá complicado en un asesinato. Aparte de un solvente ejercicio de novela negra, el libro es un homenaje al espíritu de Gila: la idea de que el absurdo retrata mejor la realidad que la mera descripción de los acontecimientos.

Por supuesto que Torres no se entretiene en dicotomías maniqueas ni en ejercicios de estilo. Su prosa es eficaz, se muestra rica sin enredarse en floripondios ni escaramuzas de estilo. No se le escapa al autor que hablar del ejército, hablar de la guerra, es hablar de la sordidez y el descalabro de la humanidad; la guerra no es la épica homérica, sino un batiburrillo de chasquidos de huesos rotos, truenos que provienen de todas las direcciones y un olor ácido de sangre, sudor y mierda que se instala en la pituitaria de forma permanente; así que al novelista honesto no le queda otra que pringarse, y eso es lo que hace David Torres en esta novela plagada de humor negro, el único que nos permite mantener la cordura y una cierta dignidad cuando nos vemos frente a la dictadura de la estulticia.

 

 

 

Todos los buenos soldados

 

 

 

 

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