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ISSN 1989-4163

NUMERO 52 - ABRIL 2014

Henri Cartier-Bresson en el Pompidou

Lalo Borja

“Fotografiar es poner en el mismo punto de mira el entendimiento, el ojo y el corazón”

 

Para algunos quienes hemos estado bajo el influjo del arte fotográfico por muchos años existe un nombre por encima de los muchos que habitan el enrarecido firmamento de la fotografía en el siglo xx: Cartier-Bresson.

Nadie como él supo captar dentro del concepto de la creación fotográfica, el espíritu de perfección visual en la composición de una imagen en movimiento.

Su visión, entrenada desde temprano en artes de pinceles se insinúa magistral desde sus inicios, a partir del uso de la cámara de 35 milímteros y la película en blanco y negro.

Es la Leica, aparato alemán de gran precisión mecánica y óptica perfecta, la que brinda al maestro francés la posibilidad de flotar (viene ahora a la mente la frase lapidaria del gran Mohamed Ali: “float like a butterfly, sting like a bee”) sobre el sujeto, cualquiera que este fuese, para luego apretar certero el disparador y producir imágenes de una asombrosa coordinación estética.

Antes de la década de los años treintas los fotógrafos cargaban con instrumentos de fotografía de gran tamaño, cajas enormes de metal y fuelles de cuero; herramientas hermanas en la modernidad de la antigua Camera Obscura, usando placas de fotografía de 4x5 pulgadas de tamaño y grandes reflectores de flash que debían cambiar constantemente después de cada disparo.

La invención de la Leica le viene como anillo al dedo al fotógrafo francés quien a partir de su uso nos muestra el cambiante destino de pueblos, naciones y gentes, en una asombrosa amalgama visual hasta ahora no superada por generaciones subsecuentes de fotógrafos del siglo anterior o del presente.

Esa visión de un espléndido equilibrio artístico-histórico es lo que está ahora a la vista en el Centro Pompidou de París. Muchas de las obras expuestas al público habían permanecido hasta ahora inéditas, lo cual es mucho decir considerando que el trabajo del francés ha sido ampliamente publicado en casi todos los rincones del globo.

Un gran pedazo del siglo xx está retratado allí, abriendo ante nosotros el libro de acontecimientos que cambiaron y reordenaron el ábum histórico de ese siglo.

Vemos segmentos de eventos que hablan de la capacidad de invención y creatividad del género humano, así como de su poder destructivo inigualable.

El periodismo en la segunda mitad del siglo xx tiene su columna vertebral en el trabajo reporteril de Cartier-Bresson. Suyas son las imágenes más representativas de épocas tormentosas: colonialismo, guerras, sublevaciones, marchas forzadas, jazz.

De París a Bangladesh, de México a Cuba, a Nueva York, de España, a la India, China y Rusia, vemos desfilar cientos de imágenes que muestran el ser humano, en guerra o en familia, descansando en la paz del almuerzo dominical junto al remanso del río o abofeteando a la espía que durmió con el enemigo durantes años difíciles.

Este artista lo vivió todo: es notable su detención y fuga de un campo de prisioneros durante la Segunda Guerra, su lucha antifascista, su testimonio de grandes cambios geo-políticos mundiales; sus tempranos coqueteos con el cine donde aparece como actor y asistente de Jean Renoir.

Terminó en su largo otoño refugiado de nuevo en los pinceles amigos de su juventud.

La exposición, compuesta por cerca de 500 piezas incluidas algunas de sus pinturas y dibujos, está estructurada en tres puntos temáticos fundamentales: El período comprendido entre 1926 y 1935 marcado por su contacto con los surrealistas, su trabajo temprano como fotógrafo y sus viajes alrededor del mundo.

Una segunda sección dedicada a su compromiso político cuando salió de Estados Unidos en 1936, donde retrata con su estilo las fluctuaciones de aquella sociedad, hasta su regreso a Nueva York en 1946.

Finalmente, una tercera secuencia que se inicia con la creación del colectivo Magnum de fotografía en 1947 y termina en los tempranos años setentas, cuando Cartier-Bresson abandona la práctica fotográfica para dedicarse a la pintura.

Este hombre extraordinario, mezcla de muchas confluencias artísticas y humanas nace en 1908 y muere en 2004.

 

‘Henri Cartier-Bresson', Centre Pompidou, Paris, hasta el 9 de junio centrepompidou.fr .

Posteriormente en la Fundación Mapfre, Madrid

 

 

 

 

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